EGIPTO II – DASHUR Y SAQQARA
Este relato nos lo envía Natalia Loeffler 09/09/2022
Siguiendo nuestra ruta por el Egipto menos turístico, dedicamos un día a ver pirámides, ¡cómo no!
Visitado el complejo de Giza, ya habíamos decidido no entrar en el interior de la gran pirámide de Keops, pero visitar las entrañas de una de ellas era una experiencia que no nos queríamos perder, así que pusimos rumbo a Dashur para visitar la pirámide Roja y la pirámide Acodada.
A pocos kilómetros de El Cairo, el complejo de Dashur te transporta al desierto más solitario, alejados de la gran metrópolis puedes imaginar la sensación de esos exploradores de antaño al ver las pirámides por primera vez, teniendo en cuenta que las pirámides de Keops, Kefren y Micerino forman parte de nuestra memoria iconográfica y ya conocíamos todos sus rincones y perspectivas antes de viajar a Egipto a través de fotografías, películas y publicaciones desde que éramos niños.
Resulta muy fácil contratar una excursión, privada o en grupo para esta visita, sin embargo la soledad y la inmensidad del desierto impactan al no encontrarnos con demasiados turistas, apenas media docena, lo que convirtió la visita en algo más íntimo, donde puedes pasear alrededor de cada pirámide tranquilamente para dejarte llevar por su grandiosidad y sus misterios.
Pirámide acodada
Situadas muy cerca una de la otra, se puede visitar el interior de ambas, sin las colas ni las aglomeraciones de Giza, vale la pena esta opción si no quieres perderte la experiencia de estar en el interior de una pirámide.
Pirámide Roja
Y ya metidos en faena, cómo perdernos la pirámide escalonada del rey Zoser…
Visitamos sólo el exterior del complejo y un par de tumbas, pero merece la pena pasar el día entero, hay tanto que ver en Saqqara que nos pareció inexplicable que no sea un monumento más visitado.
A apenas 40 kilómetros de El Cairo, se pueden visitar Dashur y Saqqara en el mismo día, una experiencia auténtica, y muy muy recomendable.
Pirámide Escalonada
EGIPTO I – DENDERA
Este relato nos lo envía Natalia Loeffler 09/09/2022
Egipto siempre es un sueño para amantes de la historia y el arte, viajeros, aventureros y trotamundos; Así que nos liamos la manta a la cabeza después de consultar decenas de páginas web turismo y blogs sobre el país.
Optamos por 14 días para poder disfrutar la parte más clásica y turística que nos ofrecen en cualquier folleto (y por supuesto visita obligada) pero que a la vez nos permitiera tomarnos nuestro tiempo para ver otros monumentos menos estudiados en los libros de arte, disfrutar de tranquilos atardeceres a orillas del Nilo y otras rutas que nos sorprendieron por su monumentalidad e inesperada belleza.
Alargamos el crucero con otro día de estancia en Luxor para visitar Dendera, complejo religioso situado en el pueblo del mismo nombre, 60 kilómetros más al norte.
Dendera tiene uno de los templos mejor conservados de Egipto ya que las arenas y las crecidas del Nilo lo sepultaron hasta la época de las primeras excavaciones en el siglo XIX, y por el hecho de pertenecer al periodo grecorromano, alrededor de los siglos II a I A.C, en que los gobernantes de la dinastía Ptolemaica, incluida Cleopatra VII, y posteriormente los emperadores romanos, aceptaron el culto religioso egipcio para lograr el apoyo del pueblo y legitimar sus reinados imitando el estilo antiguo en las construcciones y el arte.
Podría extenderme durante horas describiendo sus características arquitectónicas y artísticas, su repertorio de representaciones divinas, los magníficos jeroglíficos, los mismos elementos que encontramos en los muchos monumentos visitados a lo largo del Nilo, pero lo más impactante para mí fue entrar en un templo casi intacto en su estructura, una sala hipóstila dedicada a la diosa Hator y sus capiteles esculpidos en las cuatro caras con la diosa con orejas de vaca y una policromía que hace contener el aliento por unos momentos.
Sorprende sin duda el colorido original, un edificio repleto de cámaras, santuarios, patios, rampas, incluso la cripta debajo del santuario principal y la azotea se pueden visitar.
Es conocida su relación con la astronomía dada su estudiada orientación y por el famoso Zodiaco de Dendera, mapa de constelaciones que antes decoraba el techo de una estancia en la planta superior y ahora expuesto en el Louvre.
Fascinan también las teorías sobre las representaciones llamadas bombillas de Dendera, y el pequeño templo en el exterior dedicado al nacimiento de Isis
Fue todo un acierto dedicar un día más a Dendera, sin saber muy bien lo que nos íbamos a encontrar, se ha convertido en mi templo preferido, sin duda una sorpresa inolvidable!
VÍA DE ESCAPE.
Este relato nos lo envía Lukas Wagner 06/09/2022
Un billete a cualquier lugar. A donde sea…
Un vuelo a ningún sitio, una escapada a algún recoveco recóndito, inexplorado. A ese paraje que aún no ha sido descubierto ni ha sido masificado por los turistas.
Allí me gustaría ir, a descubrir el silencio, a ser el visitante número uno entre dos palmeras, un cocotero y una playa llena de murmullos de olas que nadie entorpece con sus vociferios.
Pero perderse en un rincón aún no descubierto es complicado. Es como sumergirse en un lienzo de un museo, introducirse en la imagen borrosa de una isla en la que nadie ha reparado que estaba ahí, en un mapa antiguo o al borde de una representación cartográfica imaginaria.
Busco una isla mínima, con lo necesario para pasar unas cuantas horas sin echar de menos el griterío de la muchedumbre, pero con lo suficiente para sentir la soledad buscada, la tranquilidad necesaria, la inspiración que llega cuando no piensas en nada. Quiero un horizonte para descubrir un atardecer y no querer volver al mundo rutinario hasta que la noche se eche encima y eche de menos el pulso de las notas de un piano o la música tranquila de un tocadiscos.
Allí, en mi ínsula inexistente, me sumerjo cerrando los ojos, extraigo una caracola del armario acristalado y empiezo a escuchar ruidos de gaviotas, olas que no regresan y arena que se humedece sin querer.
Alguien, durante ese transcurso, me ha robado la cartera y las llaves de la puerta que daban acceso de nuevo al portal de este mundo de las aglomeraciones. Lo difícil ahora…será volver.
Ven, hasta en las antípodas imaginarias existen descuideros y por eso, a este islote perdido del libro de Laura Ferrero, la llamaré Decepción Island. También aquí se han colado los rateros malditos.
Paseo por el norte de España
Este relato nos lo envía Miguel Goñalons 24/08/2022
De entrada no se trataba de un paseo, pero las circunstancias lo convirtieron en tal.
Mi intención era hacer unas doce o trece etapas del camino de Santiago desde Santander (donde aterricé) hasta Cudillero más o menos, en Asturias.
Así que allá voy el primer día, como un caballo desbocado, y encima me digo a mí mismo: „Esto me lo hago en sandalias, que llevo un año casi sin hacer prácticamente nada“. La primera etapa son 25 kms. desde Boo de Piélagos hasta Santillana del Mar, que por cierto no es Santa ni es llana y no tiene mar… broma aparte.
Sí, el caballo llega a Santillana, con menos bríos eso sí, y ya con alguna molestia en los pies.
Santillana bien merece una visita, sin lugar a dudas: Pueblo medieval muy bien conservado. Lamentablemente no tengo fotos ya, no soy de guardar, y las borro al cabo de pocos días. Me alojo allí en un antiguo convento reconvertido en albergue, y después de visitar el pueblo repongo fuerzas para el día siguiente.
Vámonos a Comillas: otros 25 kms; eso sí, esta vez voy mejor calzado, pero el daño ya estaba hecho y llego a Comillas como puedo. Este es otro pueblo que hay que conocer sin dudarlo ni un momento. Allí, y al no haber plazas disponibles para pasar la noche, me dirijo a San Vicente de la Barquera, ya en autobús, y me alojo en un hotel. Otro pueblo de postal es San Vicente, por donde intento pasear despacito ya que los pies los tengo muy castigados del primer día. De manera que me dirijo al ambulatorio y me recetan unos antiinflamatorios a los que añadir el descanso que me tomo en el hotel. Así y todo me doy cuenta al día siguiente que mis planes iniciales ya no me sirven y a partir de ahora me muevo en autobús, y me digo: “te quedas sin Compostelana, Miguel“.
Me adapto a la nueva situación y sigo ruta hacia Unquera, último pueblo antes de cruzar el río Deva y entrar en Asturias, donde me bajo del autobús y decido hacer los últimos 2 kms a pie hasta Colombres. Entrar en Asturias es otro mundo, así lo percibo: más montaña, más verde, más virgen. ¡Vaya, se nota que estoy enamorado de Asturias! No olvidarse de dar una vuelta por Colombres, merece la pena.
Vámonos a Llanes también. ¡Hay que ver qué bien conservado está el casco antiguo de todos estos pueblos! A mí es casi lo que más me gusta, pararse y dejarse llevar…
Hoy toca Ribadesella; de tanto como me gusta hasta he considerado mudarme allí , con eso os digo todo. Aunque después han aparecido más lugares candidatos.
Luego voy a Villaviciosa y de ahí, al día siguiente, hasta Oviedo, que me recibe con un desfile de gaitas, acordeón y tambores -al igual que hace doce años en mi primer camino completo-, lo que casi consigue que me ponga a llorar de la emoción.
Oviedo es una ciudad muy bien cuidada por sus habitantes, da gusto verla. ¡Es una visita imprescindible!
Vamos terminando, pero antes tengo tiempo de llegarme a Gijón, donde tampoco consigo albergue. Allí paso un día muy agradable.
Pues si no hay albergue me voy hasta Avilés, otra visita imperdible.
Ya sólo queda regresar a Santander y de vuelta a casa, sin olvidarse de saborear esta última ciudad.
¡Me despido con un hasta pronto, queridas tierras norteñas!
VIAJE DE CUENTO
Este relato nos lo envía Mirabel Madrigal 19/07/2022
Mi viaje de cuento y con mucho ENCANTO fue a Bélgica….
Primero porque Bruselas es cuna de los más famosos tebeos o cuentos. Por la ciudad encontraras estatuas y murales de los Pitufos, de Tintín, de Lucky Luke o de Asterix y Obelix de los que yo era acérrima seguidora de chiquitita.
Segundo porque al visitar Bruselas en la Grand Place, que ya poder pisarla iluminada de noche es muy impresionante, coincidir con la “Brussels Zumba Party” y poder hacer zumba en Bélgica curiosamente con la misma canción que usaba mi profesora aquí en Miranda, no tuvo precio.
Porque hicimos visitas guiadas por la ciudad y visitar el Manneken Pis, disfrazado de rockero en mi caso, el Atomium, el parque del Cincuentenario, el Parlamento Europeo, las galerías reales etc siempre sin olvidar degustar el chocolate suizo, el brussels gofre y que encima coincidiera que uno de los guías era de Miranda, pero vivía allí resulto una asombrosa coincidencia.
Luego el cuento siguió visitando Brujas, es quizás de los sitios más inolvidables que he pisado, sus edificios, plazas, poder recorrer sus canales en barca, y su muy curiosa y original tienda que se llevó mi atención fue una donde dentro de esta ciudad ya de por si de cuento visitabas casi casi Laponia, con unos adornos navideños que hubiera querido comprar, pero obviamente no podía facturar de vuelta.
La siguiente visita fue a Gante, ciudad donde ver el Castillo de los duques de Flandes, la iglesia de San Nicolás, sus plazas, canales, su embarcadero, su torre y su ayuntamiento, además si terminas la visita viendo el Castillo y ves grupos de escolares dando clases en ese emblemático en vez de encerrados en las aulas te parece fantástico.
Otra de las ciudades de cuento que no puede faltar es Amberes, desde sus plazas, todo un lujo verlas, hasta su estación, pasando por su castillo. Resulta refrescante y no solo porque no olvides llevar chaqueta si vas a pisarlo, pues es la zona de Bélgica más expuesta al mar y al viento, te encuentras con otra historia de cuento, esta vez con el gigante Lange como protagonista durante toda la visita a la ciudad.
Para finalizar la ciudad más deportiva que visitamos fue Lovaina. Es una zona estudiantil donde las bicicletas por metro cuadrado rompen record. Visitar su ayuntamiento gótico, su zona de Beaterio ahora repleto de estudiantes, la iglesia de San Pedro y su plaza repleta de terrazas de bares y de bicicletas aparcadas resulta muy curioso. Por no decir que como buena ciudad de cuento también tiene castillo que visitar, pero ese ya no nos dio tiempo en esta ocasión
Resumiendo, el viaje fue unos días de ENCANTO entrando en castillos, surcando canales de agua y atravesando plazas y edificios impresionantes de los que guardo un muy buen recuerdo y que termino con un delicado “Colorín Colorado… este cuento se ha acabado”.