Iglesia Hallgrímskirkja

LA VUELTA A ISLANDIA EN UN DÍA.

Sí, y no es exagerar ni se trata de coger una avioneta, o un coche deportivo y quemar el acelerador. Es más fácil: si viajas a Islandia en junio y buena parte de julio, nunca se hará realmente de noche. Las salidas y las puestas de sol se encadenan sin solución de continuidad, acercándose el sol al horizonte, amagando la noche, pero al poco ya está renaciendo otra vez y nunca se hace realmente de noche. Es el fenómeno que llaman el sol de medianoche y permite una visita non-stop de un día islandés, que duró 14 días ordinarios en nuestro caso.

Llegamos por la tarde en un vuelo directo al aeropuerto internacional de Keflavík, que es la entrada más habitual al país, y recogimos un todoterreno con tracción a las cuatro ruedas y marcha reductora que habíamos alquilado desde España con Rentalcars. Nos fuimos al alojamiento de Reykjavík, que también teníamos reservado en Booking. Estaba tan bien como esperábamos, un apartamento entero para nosotros. Era el día de la Fiesta Nacional de Islandia, aunque no nos encontramos ninguna celebración en el parque Hljómskálagarður, cerca del lago Tjörn, por donde paseamos. Pudimos visitar el casco antiguo, la esbelta y moderna Iglesia Hallgrímskirkja

con su torre accesible y su aspecto exterior que imita las columnas de basalto, el puerto, la estatua de Leifur Eriksson, el paseo marítimo con la escultura del barco vikingo… Cenamos en el ‘Sea Baron’, donde degustamos la cremosa sopa de marisco y brochetas de todo tipo (aunque no probamos las de carne de ballena): un lugar acogedor, pequeño, que siempre está abarrotado de mochileros y gente que conoce sitios buenos y baratos -según el estándar islandés, de 25-30€ la cena-.

Y ahí comenzó nuestra primera no-noche: el agotamiento y las cortinas que oscurecían las habitaciones nos permitieron pensar que ya era hora de dormir.

En las segundas 24 horas (lo que sería otro día en el tiempo normal, vamos) nos preparamos para comenzar un viaje intenso y algo aventurero: hicimos acopio de alimentos y un hornillo para cocinar, pues en Islandia tienen un sistema de bombonas distinto al europeo. Salimos lo antes posible hacia Þingvellir, el lugar donde se estableció el primer parlamento islandés y donde mejor se percibe la separación de placas tectónicas entre el continente europeo y el americano. Vimos la falla de Almannagjá, la catarata Öxarárfoss del río Öxarár (el río del hacha), el promontorio de Lögberg y el lago Þingvallavatn, el más grande de Islandia, además de unas estupendas panorámicas.

De ahí salimos por la carretera 365 hacia Langavatn y luego por las carreteras 37 y 35 hasta Geysir, donde vimos espectaculares geisers como el Strokkur. Continuamos hacia la famosa catarata de Gullfoss,

la más visitada de Islandia al encontrarse dentro del Círculo de Oro, el recorrido turístico por excelencia que estamos siguiendo este día. En esta cascada empezamos a sentir la inmensa fuerza del agua en Islandia, cuyas cascadas (foss en islandés) están muy crecidas en esta época de deshielo.

Como no se hace de noche, seguimos hacia la catarata Haifoss, y su vecina Granny, enclave único y precioso y todavía algo desconocido para el público en general, fuera del circuito más turístico. Nuestra intención es quedarnos en las inmediaciones a dormir. La catarata nos entusiasma, pero el viento helador, que encontramos durante un paseo por el río cercano y los acantilados, nos hace desistir y buscar otro enclave menos expuesto, cerca de un río más abajo. Damos unas cuantas vueltas hasta decidirnos por el sitio adecuado, ya bastante tarde. Eso sí, un buen enjambre de moscas enanas ha tenido la misma idea y tenemos que cenar dentro del todoterreno la sopa recién cocinada en el hornillo nuevo, para no comer moscas de guarnición…

Dormimos esta segunda no-noche en un gran silencio, sin nadie por los alrededores. Tras un desayuno bien surtido con nuestras provisiones compradas ayer, salimos a la carretera número 32 y posteriormente cogemos la 26 hasta la pista F-208, que nos permitirá llegar a Landmannalaugar, quizás la mejor tierra de senderismo en la isla. Un aviso indica que no habrá otra gasolinera en más de 250 km. El trayecto hasta allí es espectacular, con montañas de colores impresionantes, algo de nieve, ríos que vadear y un camping con todo lo necesario para estar a gusto, como ¡duchas con agua caliente geotermal!

Hacemos una caminata de unas 6 horas en estas preciosas y salvajes montañas, que es la primera parte del muy clásico trekking de tres o cuatro días que va desde Landmannalaugar a Þórsmörk, el cual dejamos para otro futuro viaje ya que en éste no disponemos de tanto tiempo. Al comenzar a andar atravesamos zonas con vulcanismo intenso, pero más arriba todo está cubierto de nieve y hielo; pasan algunos caminantes con pesadas mochilas que seguirán una ruta más larga; nosotros volvemos a Landmannalaugar, donde un baño termal natural nos reconfortará en el río con corrientes frías y calientes, rodeados de flores amarillas y blancas…

Aunque es junio la temperatura por la noche es de cinco bajo cero y el viento sopla con fuerza. A media noche, entre dos luces, cae una nevada suave sobre nuestras tiendas.

El miércoles salimos hacia Hella, pues en el punto de información del camping nos aconsejan regresar por la F-225 para llegar a la carretera 26. Este recorrido no podríamos haberlo hecho si hubiera llovido recientemente, debido a las balsas de lodo y fango que se forman en la vía. La carretera 26 transcurre a los pies del volcán Hekla, de 1491 metros, la gran bestia de destrucción cuya erupción cíclica se prevé inminentemente…

Descendemos hacia Hella con una panorámica sur espectacular, para enlazar la carretera 1 en dirección a Hvolsvöllur y continuar hacia la catarata Seljalandsfoss, en Þórsmerkurvegur, y su hermana Gluggafoss. Son unas cortinas de agua impresionantes, en este inmenso escaparate de agua que es Islandia, pero pequeñas al lado de la majestuosa Skogafoss, donde iniciamos un trekking de 4 ó 5 horas (13 km.) acercándonos a los glaciares Eyjafjallajökull (donde se encuentra el volcán impronunciable que causó el caos aéreo en el año 2010) y Mýrdalsjökull. Regresamos por el mismo camino, con la intención de ver, por la carretera 221, la lengua glaciar Sólheimajökull, antes de ir al parque nacional de Dyrhólaey con la maravillosa “playa negra”. Pero el destino tenía previsto antes un pequeño accidente a causa de los lazos de las botas desatados, con la incrustación de las gafas de sol en el hueso frontal como consecuencia… Esto nos sirve al menos para comprobar las bondades del sistema sanitario islandés, caro pero eficiente: en una casita coqueta en medio del pueblo de Vík, una enfermera parlanchina (en inglés, claro) que tiene hijos en España, y un simpático y joven médico vikingo pelirrojo con bigotes retorcidos me atienden en un momento, nada de salas de espera. Todo queda en el susto, y después de probar una típica sopa o estofado de cordero, patatas y verduras (kjötsúpa) en un sencillo restaurante de Vík, vamos a pasear brevemente por la lengua del glaciar Mýrdalsjökull, según pensábamos, y a ver la cercana e interesantísima playa de arena negra en Reynisfjara, con espectaculares formaciones basálticas.

Queremos dormir en las cercanías de Reynir para poder ver los frailecillos (Fratercula arctica), esos pájaros simpáticos que anidan en los acantilados y que infatigablemente van y vienen hacia el mar. Este día interminable acaba a las dos de la madrugada en el camping de Vík, un enclave también precioso, con verdes de todos los tonos posibles.

El jueves amanecemos temprano, con peor tiempo. Como ayer ya estuvimos en Vík, directamente cogemos la carretera 214 para acercarnos a Þakgil. Es otra buena zona de trekking pero en esta ocasión tampoco podemos detenernos. Continuamos hacia la garganta de Holmur, adentrándonos por la pista F-206 para visitar una cascada espectacular más, Fagrifoss (la “cascada hermosa”), ya en las Tierras Altas, bastante alejadas de los lugares trillados por los turistas. Además, intentamos llegar a Laki –dios del caos, el fuego y la destrucción en la mitología nórdica-, que es una fisura volcánica de 800 metros, con impresionantes vistas y grandes grietas de erupciones volcánicas muy potentes, en especial la que causó el caos mundial en 1783-84. El día es brumoso y algo lluvioso: vamos con nuestras capas de lluvia para pasear por los miradores de la cascada. Sin embargo, cuando volvemos a la pista F-206 con el coche, ésta se vuelve impracticable y tenemos que darnos la vuelta sin llegar a Laki. ¡Es otra de nuestras visitas pendientes para otro viaje!!

Seguimos hacia Skaftafell, que es el segundo mayor Parque Nacional de Islandia, englobado en el de Vatnajökull (éste último tiene el mayor glaciar de Islandia y de Europa en volumen de hielo, y a su vez da nombre al Parque Nacional más grande del país) y podemos además dormir en su camping. Intentamos primero andar con crampones por la lengua glaciar del Svínafellsjökull, teñida de gris por las cenizas que caen en las periódicas erupciones volcánicas. No nos adentramos mucho porque es necesario llevar un guía para hacer una travesía, ya que las grietas en el glaciar son muy traicioneras. Por ejemplo, allí mismo al llegar al pequeño aparcamiento hay una placa recordando a dos alemanes que entraron en 2007 y nunca regresaron.

El camping tiene unas instalaciones muy modernas y limpias, con cafetería acristalada.

El viernes nos levantamos temprano y salimos a caminar unos 16 km. en el parque nacional Skaftafell, hacia la península que rodean los glaciares. Desde arriba hay unas fantásticas vistas a las lenguas glaciares de Morsárjökull y Skaftafelljökull. Incluso se puede divisar el Hvannadalshnúkur, el pico más alto de Islandia con 2109 metros. Al volver, todavía nos quedan ganas de acercarnos a pie a la impresionante catarata de basalto de Svartifoss, accesible desde la zona de cafetería y camping.

Después de comer nos espera una larga etapa de coche. Continuamos por la carretera 1, con una primera visita a pie a otra lengua glaciar muy fotogénica pero mucho menos concurrida del gigante Vatnajökull: la lengua Fjällsarlon del glaciar Fjallsjökul.

Estamos atravesando inabarcables campos de violetas islandesas (Lupinus polyphyllus), los azules o morados altramuces que se dan de maravilla en este clima, y a los que los islandeses llaman Úlfabaunir, “judías del lobo”.

Seguimos hasta el lago azul de Jökulsárlón, con sus bellísimos icebergs flotando en una estrecha salida hacia el mar. Los paisajes a ambos lados de la carretera son impactantes, muy campestres y solitarios a la vez. Después de atravesar la ciudad de Höfn queremos explorar una entrada hacia el cañón del río Jökulsá. Atravesamos varios riachuelos, pero cada vez llevan más agua y tenemos que dar la vuelta para evitar que el caudal arrastre el todoterreno río abajo. En la ribera norte de Berufjörður (el fiordo desnudo) tenemos reservado sitio para dormir en la cómoda casa de Olafur, el Beruness HI Hostel. Hacemos una cena estupenda en la gran cocina de la casa, a base de ensaladas y carne que hemos comprado previsoramente, porque apenas hay tiendas en esta zona del país. Después de cenar damos un largo paseo por la orilla de este fiordo hermoso, el único de los del este de Islandia que vamos a visitar a pie, por falta de tiempo. Durante el paseo dejamos que el sol haga su intento de ponerse una vez más, tiñendo el cielo de colores de ocaso y de amanecer casi sin interrupción, mientras caminamos en casi total soledad.

El desayuno del sábado es contundente y sabroso. Lo hemos contratado en la casa. Nos espera otra vez una ruta larga en coche, con un trekking muy interesante al final. Recorremos la costa hasta Breiðdalsvík. Queríamos continuar hacia Melar por el interior, pero al encontrar la variante de ese lado cortada optamos por bordear la costa hasta llegar a Reyðarfjörður y después a Egilsstaðir, por la carretera 92. Luego bajamos por la orilla sur del lago Lagarfljót o Lögurinn, y llegamos a Melar. Aparcamos para iniciar la excursión por un cañón hacia la catarata de Hengifoss, que cae entre columnas de basalto de distintos marrones veteados de rojo; con 128 metros era la segunda más alta del país hasta 2011, cuando se midió la de Morsárfoss (227,3 m) en la zona de Skaftafell. Una vez de vuelta en el coche, bordeamos la otra orilla del lago por la pista 931 en dirección a Fellabær, para volver a enlazar con la carretera 1. Nos animamos a realizar los más de 93 km de ida y otros tantos de vuelta que nos conducen al mágico paisaje del volcán Askja, por la pista F-88. Tenemos gran parte del tiempo a la vista la mole impresionante del Herðubreið, uno de los más característicos tuyas islandeses –volcanes subglaciares con cima plana, formada al salir la lava entre el hielo-, mientras atravesamos el desierto negro, infinito y sobrecogedor del campo de lava de Ódáðahraun.

Así tenemos la ocasión de subir al cráter del Askja, de 49 km2, visitar el lago Víti y la laguna Öskjuvatn en el segundo cráter. Ha sido un laaaargo día de paisajes impresionantes donde los haya… Cenamos en el albergue al pie del Askja. Ya es muy tarde cuando salimos por la pista F910, pues el río estaba muy crecido cuando lo vadeamos por la tarde con el coche, hacia el albergue, y allí nos dicen que volvamos por la F905; la otra pista la han cerrado después de pasar nosotros. Sin embargo, poco después, agotados, nos paramos a dormir en el parque natural en medio del paisaje lunar, junto a la pista F910. Tenemos buen cuidado de no dejar ni rastro

de nuestro paso ya que este frágil paisaje mantiene cualquier huella durante años y años. ¡Es la noche de San Juan con la luz más mágica que hubiéramos podido desear!

A la mañana siguiente, que parece apenas un momento después, amanecemos completamente en soledad. Es domingo 24 de junio. Reanudando el camino, volvemos a ver pueblos que tienen gasolinera y supermercado. Transitamos por la orilla este del río Jökulsá á Fjöllum por la carretera 864, hacia las cataratas de Selfoss y Dettifoss (ésta aparece al principio de la película “Prometeus”. Es la de mayor caudal por segundo de Europa: la sensación de vértigo y fuerza al estar al lado de la caída en esta orilla es electrizante, pero NO hay que olvidar ir con precaución por eso mismo).

Desde este lado se puede llegar al borde del apabullante caudal, caminar río arriba hacia Selfoss, y volver para comer más abajo, en uno de los miradores junto a Hafragilsfoss (‘cascada del cañón de la cabra’).

Nos encontramos además en una de las mejores zonas para senderismo de Islandia: el área de Jökulsárgljúfur, los 30 kilómetros entre Dettifoss y Ásbyrgi, siguiendo la orilla occidental del río. Son dos días de trekking por unos paisajes espectaculares, pero por desgracia sólo podremos hacer el principio y el final del mismo, en Ásbyrgi, cuyos acantilados de contorno abrupto se le atribuyen a “Sleipnir”, el caballo alado de Odín de ocho patas, que quiso dejar constancia de su paso por Islandia. Paseamos por un parque con patitos y flores que hay al fondo del sendero que sale de camping, y luego nos dirigimos en coche al norte, durante 60 kilómetros, para llegar al faro de Hraunhafnartangi, el punto más al norte de la isla, la última tierra antes de la línea del círculo polar ártico, para ver el fenómeno del sol de medianoche: pensando en celebrar un San Juan diurno de 24 horas. Queríamos acampar en una zona junto al faro, pero el viento ártico nos empuja hacia Raufarhorh, buscando sitio para dormir. Aprovechamos para curiosear un poco el Artic Henge, un reclamo turístico moderno, tipo Stonehenge pero ¡de cemento!, algo increíble en esta zona inhóspita del mundo, rodeado de inmensos campos de violetas islandesas.

El viento helado manda, así que volvemos por las carreteras 85 y 867 al camping de Ásbyrgi. Aún nos espera otra sorpresa allí: una ducha de agua he-la-da: no sabíamos que en Islandia siempre tienes que llevar dinero suelto por si acaso, incluso a la ducha, pues puede ser que funcione el agua caliente con monedas…

El amanecer tranquilo del lunes nos acerca por la pista 85 al faro Tjornesta, en dirección a la pintoresca Húsavík, donde destaca el museo de la ballena. La idea era hacer avistamiento de ballenas desde un barco, que es un gran negocio en esta pequeña ciudad, pero no nos decidimos ya que uno del grupo ya lo hizo y los demás dudamos puesto que no disponemos de mucho tiempo: más asignaturas pendientes islandesas.

Cogemos la carretera 87 en dirección Reykjahlíð, para ver el lago Mývatn (quiere decir ‘lago de las moscas enanas’, pero no queda ninguna pues sigue el ventarrón desde ayer y casi salimos nosotros volando también). En las cercanías están los baños de Jarðböðin við Mývatn (el pequeño lago azul del norte, que no es tan turístico ni tan concurrido como la Blue Lagoon cerca de Reikjavík, pero por eso puede ser más encantador), donde tomamos algo, pero prescindimos de quedarnos a tomar un baño. En lugar de eso, visitamos las formaciones volcánicas de Dimmuvorgir, haciendo una caminata para ver el volcán Krafla, con el cráter de agua verdosa Maria Víti, y el área de Hverir, una solfatara con pozos de barro hirviente y fumarolas junto a la montaña Námafjall. De vuelta en el coche, bordeamos el lago hacia la carretera 1. Vemos aves acuáticas y charranes árticos (Sterna paradisaea), esas escandalosas aves blancas y negras que defienden con graznidos y vuelos rasantes su territorio. Un poco más lejos llegamos a Goðafoss, la cascada de los dioses, otra vez en la carretera 1. Es magnífica, pero en el inagotable muestrario acuático islandés ya no sabes dónde mirar… Dormimos entre este sitio y Akureyry, en una granja particular cerca de Nes, regentada por una señora súper amable que nos ofrece camas muy confortables y muchos productos caseros en el desayuno, una delicia. Nos vamos a cenar a Grenivík, al bar de Helmer. Paseamos por el puerto desde donde a menudo se avistan ballenas en el fiordo de Eijalfjörður, ¡pero no hoy! Conocemos a una mujer joven de Honduras, que vive hace años en Grenivík, habla perfectamente islandés (así parece, ¡con lo complicado que es!!) y trabaja en la fábrica de pescado local. A la vuelta paramos un momento junto al museo de Laufás, las casas más antiguas de Islandia, con techo de hierba.

Martes. – Hoy recorreremos los fiordos de la zona norte. Primero visitamos Akureyri, la segunda ciudad más grande de Islandia, yendo hacia Dalvík. Nos acomodamos a un paseo tranquilo y turístico por un día. Luego seguimos el Olaffjörður e intentamos cruzar por la pista 82, pero antes de llegar al punto más alto tenemos que dar la vuelta por acumulación de nieve en la carretera y coger los túneles de la costa hacia Siglufjörður. Luego seguimos hacia Sauðárkrókur por la carretera 724 para dormir en Blönduós, zona de Reikir, en el hotel Húni, un colegio que se utiliza como hotel de veraneo, en medio de una llanura muy verde donde podremos nadar en una piscina grandísima o hacer un jacuzzi al aire libre. Es un hotel muy sencillo, al que le falta bastante mantenimiento.

Como hemos tenido demasiados kilómetros, nos permitimos ver un poco la tele. Juega la selección islandesa de fútbol en el mundial y todo el país está volcado animando, aunque son unos hinchas muy tranquilos por lo que podemos ver.

Cenamos a nuestro aire, pero hacemos un desayuno buffet atendidos por un chico con pelo largo, muy locuaz.

El miércoles salimos hacia los fiordos más al norte, para ver las focas en sus costas y los charranes árticos de los acantilados. El plan es bajar primero hacia Melar Bru, coger la carretera 61 y recorrer la costa de los fiordos del oeste hasta su capital Ísafjörður.

Para ello, pasado Homalvík bordeamos por la pista 643 el Steingrímsfjörður hasta Drangsnes, donde nos damos un reconfortante baño caliente, gratis, en las piscinas naturales al aire libre junto al mar. Aquí el turismo es casi inexistente. Regresamos por la carretera 61 recorriendo otros fiordos del norte como Ísafjörður, Mijofjoirdur, etc., hasta el increíble paisaje del Hestfjörður. Palizón de coche para ver esta zona tan poco turística de acantilados, donde debido a la dificultad de llegar no hay indicaciones de nada interesante en las guías turísticas, pero nuestros ojos y cámaras fotográficas lo desmienten, si bien éstas no hacen ninguna justicia a tanta maravilla. Continuamos para recorrer la pequeña ciudad de Ísafjörður, con visita a un café donde sirven repostería local. Las carreteras son muy solitarias en general, y en varios tramos se convierten en pistas de tierra, algunas de incierta continuidad. ¡Menos mal que llevamos un todoterreno con reductora! Caminamos hacia una cascada de nombre desconocido que nos atrae desde la carretera, buscando el paso hacia lo alto sin mapa ni GPS, como en los viejos tiempos de exploradores. Ya muy cansados decidimos acampar en una zona de pistas de tierra junto a un río, al fondo del Dýrafjörður. A unos ciclistas se les ha ocurrido lo mismo, como compañeros en estas soledades…

Jueves. – Seguimos el recorrido por los “cuernos del reno” de la isla. Nos acercamos a Þingeyri, por la carretera 60. Visitamos el Arnarfjörður, con forma de tridente, donde se encuentra otra espectacular catarata, la Dynjandi, que muchos describen como un interminable velo de novia por su forma. Seguimos hacia Patreksfjörður, sin saturarnos de tanta belleza, atrapada incluso en las diminutas flores y hierbas de la tundra, de colores a veces irreales, que están tapizando todo el paisaje. La tardía primavera islandesa nos apasiona.

Continuamos por la carretera 62 para llegar por fin a coger el ferry en Brjánslækur. En el pueblo aprovechamos para dar otro paseo, bien abrigados. Desde la cubierta del ferry podemos ver enormes medusas, pero seguimos sin tener suerte avistando ballenas. Tras una parada en la isla de Flatey llegamos a Stykkishólmsbær, para entrar en la Península de Snæfells por el norte. Nos detenemos a contemplar la montaña fotogénica de Kirkjuffell, la que sale en ‘Juego de Tronos’. Aunque el día se ha vuelto imposible, y cuesta incluso abrir la puerta del coche para salir a pasear hacia la cascada, por el viento y la lluvia racheada que cae. Es nuestro primer día de malísimo tiempo en todo el viaje, por suerte. Sin embargo, visitamos Ólafsvík, donde dormimos en un hotel. Cenamos al lado casi, en una gasolinera, las socorridas hamburguesas con patatas fritas, ya que no queremos enfriarnos buscando algo más selecto. Además, es muy islandés esto de hacer vida de pueblo en la gasolinera-tienda-kiosko-supermercado-restaurante…

El viernes queremos intentar la ascensión al volcán Snæfellsjökull, por donde según Julio Verne se llegaba al centro de la tierra. Para ello, viendo que el viento y la lluvia son historia, vamos hacia la pista 570. Sin embargo, más arriba aparecen placas de hielo y tenemos que continuar a pie, con los crampones otra vez. Seguimos las varas de rayas amarillas y blancas, que indican el camino en la nieve, pero finalmente no podemos coronar ni de lejos porque la niebla que había al principio se cierra totalmente y tememos perdernos. Regresamos a Ólafsvík y en el norte de la península Snæfells visitamos Rif. Allí hay más colonias de charranes árticos. Proseguimos la ruta 574 a Dritvík para hacer parte del trekking a Djúpalónssandur, la playa de los náufragos, que nos encanta. Hacemos incluso las típicas bromas de levantamiento de 4 enormes cantos rodados, de 154, 100, 54 y 23 kg, que servían para probar la fuerza de los trabajadores que contrataban en los barcos de pesca. Vamos haciendo también cortos paseos por la zona, visitando conos volcánicos rojizos de riolitas,

Malrrik con su gigante de piedra, Arnastapi y sus rocas que forman un puente natural impresionante… mientras nos dirigimos hacia Borgarnes. Nos da tiempo a pararnos a intentar avistar focas en la zona de las cabañas de Höf, en Geldinganes. Aunque sólo conseguimos ver unas cabecitas que salen un poco del agua para jugar.

Otro día eterno y muy bien aprovechado culmina con una cena rápida, después de un baño muy caliente en las piscinas naturales que hay en las Fossatun Camping Pods (cabañas-camping) cerca de Borgarnes. Un sitio especial y muy confortable a pesar de que nunca habíamos estado en un alojamiento de este tipo. En el baño en piscinas de agua termal islandesas tienes la cabeza helada pero el cuerpo muy caliente, o sacas los pies para controlar la temperatura y el resto de ti se hace a fuego lento… ¡Acabas relajadísimo al salir!

El sábado comienza muy temprano (¡¡para variar!!) en el magnífico comedor de desayunos que hay en el complejo Fossatum, pequeño pero muy bien surtido, y con vista a la catarata de los Trolls (aunque hay otra con el mismo nombre en Þríhnúkar). Comemos abundantemente para coger fuerzas en la ascensión a Glymur, de 190 m, situada al fondo del Hvalfjörður. El día es lluvioso, pero al menos sin viento, y con nuestras capas de lluvia negras estilo Batman nos arreglamos bien. Hay mucho barro. Para acercarse a la ascensión es preciso cruzar un árbol tirado sobre el río a modo de puente, por encima del cual han situado un cable de hierro para evitar resbalones y caer en la corriente bastante crecida del río. Es mejor pasar descalzo para no mojar las botas de montaña y seguir con ellas empapadas, ¡y helados los pies! Vale la pena, a pesar de que tenemos algo de niebla a trechos: le da un aire misterioso que nos sumerge en el ambiente de las sagas islandesas, ¡quien no se conforma es porque no quiere! Al acabar, comemos y nos reconfortamos del frío en un restaurante de carretera. Se ha hecho tarde, así que encontramos sólo un sitio que sirve ¡hamburguesas! No había comido tantas en la vida, pero hay que sobrevivir. Y recuperar energías. Tantas que nos dan para otros 10 km de caminata, sumados a los 15 de la mañana: menos mal que comimos carne a discreción… Caminamos en Hveragerði, en la península de Reykjanes, un lugar con ríos y baños termales donde van los islandeses de la zona a cenar el sábado noche, cuando no se pone el sol. ¡Y no es un mal plan para el finde aunque no lo parezca! A continuación, bajamos por la carretera 38 hacia la costa desde Hafnarvík, para llegar por la 427 a la muy turística Blue Lagoon (Bláa lónið), en la Península de Suðurnes, ya bastante tarde. Paseamos por un paisaje solitario a estas horas, casi medianoche iluminada. Sin turistas apenas ni vehículos en el parking, disfrutamos del ambiente mágico que tendría este lugar hace tiempo, con sus piedras blanquecinas por la acción de la sílice y el azufre que están disueltos en el agua.

Nos acercamos al puerto pesquero de Grindavík, al pintoresco lago Kleifarvatn, paseamos por la zona geotermal de Krýsuvík, vemos de paso una central térmica futurista, la Reykjanesvirkjun, caminamos sobre los negros acantilados de Hafnaberg, donde anidan muchas aves; en Sandvík pasamos sobre el ‘Puente Entre Continentes’-que anteriormente se llamaba ‘Leif the Lucky’ en honor al explorador vikingo Leif Eriksson-, que conecta simbólicamente las placas tectónicas europea y americana, haciendo tiempo, tiempo, tiempo… hasta las 4 de la madrugada para entregar el coche y coger el avión, donde POR FIN dormimos. Uno de nosotros ha tirado la toalla a estas alturas, como se puede imaginar, y se ha quedado en el coche antes de las últimas visitas… ¡Casi morimos!

El domingo sólo queda tomar el vuelo de vuelta desde Keflavík. Desayunamos antes magdalenas islandesas y café a precios de aeropuerto islandés: la cartera tiene que hacer un último esfuerzo en esta tierra excesiva y maravillosa. Estamos rendidos, pero totalmente enamorados de Islandia y de este viaje agotador.