CONCURSO DE RELATOS DE VIAJES

Vuestros relatos

Mi gran desconocida.
Escrito por Noelia Barrio Barcina

Os voy a contar mi experiencia este año en una ciudad que me sorprendió, ya que era una gran desconocida para mí: Budapest.

Budapest está dividida en 2 partes, Buda, o zona alta de la ciudad y Pest, o zona llana de la ciudad, separadas por el Danubio, que solo es azul el día que no hay nubes en el cielo.

La parte alta de Budapest es una maravilla. No puede faltar en vuestra ruta el castillo de Buda, que además de Galería Nacional, donde se exhiben esculturas y altares góticos, el día que lo vimos eran sus amplios patios escenario de la grabación de la nueva película de Johnny Deep y Al Pacino. Desde el castillo se llega al Bastión de los Pescadores, desde donde la vista de Pest es imprescindible e impresionante, con el Parlamento en primera fila. También se puede visitar la iglesia de Matías, antiguo rey que le da nombre, y donde hay un museo de arte eclesiástico.

Una maravilla también es poder hacer un crucero en el Danubio, en el que no puede faltar el escuchar el vals mientras disfrutas de una copa de champán. Podrás cruzar los 7 puentes que unen Buda y Pest, para ver Buda con una perspectiva nueva desde lo alto; continuos barcos cruceros llegan desde Viena e incluso hay posibilidad de hacer este crucero en un autobús que simula estar medio hundido, muy curioso.

Debes cruzar alguno de los puentes para llegar a Pest; os recomiendo el Puente de las Cadenas, protegido por estatuas de leones, y ver de lejos el de Margarita, que es el más llamativo por su color amarillo.

Pest es una zona llena de edificios y plazas que ver. Evidentemente, el edificio más monumental es el Parlamento, de un Neogótico precioso. Desde allí caminar por la orilla del Danubio, antes de la puesta de sol, es una actividad necesaria, llegando al monumento que recuerda, mediante una colección de 60 pares de zapatos, a los muertos que tiraban al río en la 2.ª Guerra Mundial.

Otra visita a realizar es ir por el boulevard de tiendas de lujo de la Avenida de Andrassi hasta la Plaza de los Héroes, con estatuas de las siete tribus que fundaron Hungría, que es Patrimonio de la Humanidad.

Alrededor de la plaza está el Museo de Bellas Artes, y la zona del lago que desde noviembre a febrero se congela, en la que se puede patinar escuchando valses; es una experiencia muy especial.

No os vayáis, eso sí, sin la mejor experiencia de todas, la visita nocturna a Budapest, que os dejará sin palabras: el Parlamento y el Puente de las Cadenas con la zona de Buda en alto. No me extraña que dichas vistas sean Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Son totalmente inolvidables y Budapest hace honor a su apodo, “la Perla del Danubio”

Mi primera vez en Viena.
Escrito por Julio César Pola Alonso

Recuerdo una ópera en particular desde hace tiempo, una de las primeras que he visto: “El murciélago”, de Johan Strauss. Escondida en un estuche de un CD guardo la entrada que compré para verla en uno de los más lujosos ambientes europeos: el Staatsoper de Viena. Os cuento la historia a continuación.

Era el año 1998, y era un año raro y extraño para mí. Estaba incómodo con las clases de la Universidad, así que decidí hacer algo distinto para salir de la rutina de la Navidad: embarcarme en un encuentro europeo de jóvenes. Lo organizaba, creo, un colegio privado del centro de Valladolid y fue a través de un amigo o amiga de mis padres, que supo cómo realizar la reserva del viaje.

Hicimos dos días de viaje, parando en un apartahotel en Francia la primera noche, con escala para visitar Ginebra. Íbamos en un autobús de dos pisos lleno de jóvenes que acudían a un encuentro juvenil con motivación religiosa, aunque yo iba principalmente para visitar Viena a bajo precio, por lo que descartaba la opción de permanecer en una iglesia haciendo ejercicios de catequesis. Yo lo veía muy aburrido. Mi intención era recorrer por primera vez las calles de esta urbe que destaca por su ambientación musical bajo el paraguas de Mozart, la emperatriz Sisí, las pinturas de Gustav Klimt, la psicología de Freud y en general, toda la riqueza cultural del Imperio Austrohúngaro.

El autobús era una especie de “hotel rodante”, por lo que pasamos en él una de las noches del viaje hacia Viena, la segunda. Había que dormir en el propio autobús y mi idea fue sacar el saco de dormir y tirarme en medio del pasillo para poder conciliar el sueño, pues era demasiado incómodo el respaldo del asiento. Creo que logré dormir mejor que mis compañeros de viaje que, en los asientos del autobús, no pegaron ojo. Al menos la segunda noche fue mejor que la primera. Yo acabé sin moratones ni dolor de espalda.

A todo esto, no recuerdo ciertos detalles de la llegada a Viena, pero recuerdo que primero nos reunieron en la Feria, donde nos iban a distribuir por grupos para quedarnos en un colegio público o con familias. Los organizadores hablaban en catalán, eso sí lo recuerdo. Los más afortunados tuvieron la suerte de ser acogidos por una familia austríaca durante los días de este evento. El resto estuvimos alojados en una especie de instituto o colegio, con distintas aulas y el espacio necesario para poder dormir sobre una colchoneta en el suelo. Recuerdo que había varios jóvenes de Serbia, que por aquél entonces estaba sufriendo la guerra de los Balcanes y haber escrito en un cuaderno la dirección de un par de ellos con quien hice amistad. Además, alguien llevaba una resistencia portátil, que era el invento perfecto para poder calentar agua y prepararse un simple té en cualquier sitio donde hubiera un enchufe.

Todavía visualizo el metro o tranvía que nos conducía hacia el barrio donde estaba este instituto donde estábamos alojados, y uno de los tranvías que había en el llamado Ring Kai Ring, que giraba en torno a este “anillo central” de Viena, el cual era la forma perfecta de visitar el centro de la ciudad sin pagar un costoso autobús turístico. Uno de los días me perdí en el metro y tuve que volver sobre mis pasos para encontrar la estación que llevaba hasta el instituto. Recuerdo que el transporte para los jóvenes ese fin de semana era gratuito y una señora a quien le dije que me había perdido debió de indicarme la dirección, en un inglés bastante correcto. Tengo una ligera memoria de todos estos detalles…

Recuerdo también que para comer nos habían repartido tiques para poder obtener una bolsa con distintos alimentos en El Pratter (la Feria) y muchos nos quedamos sin cenar la primera noche porque no había para todos. El recurso fue acudir a un restaurante de comida rápida para poder tener algo que llevarse a la boca, o entrar en un café donde fuera posible comer y tomarse un Viener Melange, con un plato de pollo con patatas al peso. Algunos fuimos a un restaurante de la franquicia Rosemberger que está muy cerca de la Ópera y de la Oficina de Turismo. Aún hoy conservo una de las tazas de café de allí, en casa de mis padres.

Uno de mis compañeros de viaje averiguó por una familia austríaca que era posible ver la ópera si se acudía antes de la representación para obtener una de las entradas a bajo precio y de visibilidad reducida que vendían por unos pocos chelines. Recordemos que era el año 1998 y en Austria la moneda aún eran los Schilling (chelines).

Varios de nosotros hicimos cola, creo que éramos 6 o 7 personas, y conseguimos las últimas entradas para ver aquel día una de las óperas de Strauss más conocidas.

No recuerdo ahora mismo el tipo de cambio, pero sí que la entrada me costó apenas 30 chelines y ¡me querían ofrecer poco después 10 veces más por ella! Dije que no, por supuesto.

Pese a tener entradas de visibilidad reducida, luego pudimos sentarnos en alguno de los asientos de las butacas de la parte de arriba en las que no había nadie. Uno de los chavales del grupo creo que acabó en un palco, así que pudo disfrutar especialmente de esta ópera. En el intermedio hicimos bastantes fotos de la orquesta, de los instrumentos, del telón y de la majestuosidad del teatro.

Entonces reparamos en que nuestra vestimenta no era muy adecuada para un ambiente tan lujoso como es la ópera de Viena, ya que había mucha gente vestida de forma elegante y eso nos hacía sentir como seres extraños…

Lo gracioso fue que, por circunstancias del destino, años más tarde acabé de becario en prácticas en una ciudad de Alta Austria y volví a visitar algunos de los sitios que había conocido la primera vez que estuve en Viena. Quién sabe si en algún otro momento volveré a hacer cola para comprar una entrada a bajo precio, o podré en cambio ser uno de los afortunados en el sorteo de alguna de las caras entradas del Musikverein, que consiguen asistir al Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena, disfrutando otra vez de una cuidad en la que siempre ocurren cosas maravillosas.

Méjico, viaje a mis raíces

Escrito por G. Óscar

Junto al teléfono nos reunimos mi marido, mis dos hijos y yo.

– Lo vas a conseguir, mamá, dijo uno de ellos.

Y marqué el número que en la guía decía «internacional».

Una voz femenina preguntó:

– ¿Con qué país desea hablar?

-¡Por favor, necesito su ayuda y que me escuche!

Con voz tranquila, al notar mi nerviosismo, la operadora me contestó:

-Si está en mi mano, seguro que podré ayudarle.

Expliqué el motivo por el que deseábamos visitar México, la importancia de conocer a distintas generaciones, etc. Al terminar de hablar yo, ella me preguntó el nombre y apellidos del titular.

– Lorenzo, contesté; otro problema es que el teléfono vendrá a nombre de él y yo sólo sé los apellidos de mi tía, por ser hermana de mi padre…

– Claro, así es imposible, señora…

Pero ella continuó preguntándome y, poco a poco, fui recordando cuando de niña escribía a mi abuelita.

– ¡Acabo de recordar el número!, dije con voz fuerte. Es el 272.

– Pues intente recordar un poquito más, Guadalupe.

Después de un largo silencio, conseguí recordar muchas cosas: la calle, la ciudad y el estado.

– Increíble, me dijo la operadora. Ya vamos atando hilos. Ahora tardaré unos minutos en conectarla; usted no me hable, pues para que no tenga que marcar y pagar la llamada, llamaré yo. ¡Espero que sean ellos!

Transcurridos unos minutos, que para mí fueron horas, ella volvió a hablarme:

– ¡Guadalupe, lo hemos conseguido!

No pudimos contener las lágrimas, la emoción era tan fuerte… Hasta a la telefonista se la notó emocionada.

-Hable, están al teléfono, me dijo.

Escuchar las voces de mis tíos, su emoción, nuestras lágrimas… Es difícil definir lo que sentí.

Nos despedimos, mi tía diciendo:

-«Mija» el rancho es vuestro, la dirección y teléfono te lo dará la telefonista, se ha brindado a darte la información.

Al finalizar la conferencia, con gran alegría, nos felicitó por nuestro aniversario, deseándonos lo mejor en el viaje y en los encuentros.

Transcurridos unos días, cuando decidimos ir a la agencia de viajes, comentamos de nuevo allí el motivo del viaje, de los estados que queríamos visitar, ciudades y pueblecitos; la empleada, sin conocernos, al finalizar la explicación de mi sueño, con los ojos humedecidos, prometió buscarnos el vuelo, la zona más cómoda, así como los hoteles en zonas más seguras, pues tampoco sabíamos si en alguno de los lugares tendrían cobijo para nosotros mis familiares, y, claro está, deberíamos ser precavidos.

Diciembre se iba acercando, había mucho que preparar, regalos ¿cuántos? No sabíamos cuantos serían los familiares a conocer, así que nos dijimos que mejor llevar de más:

una maleta grande, repleta de todo tipo de accesorios. Durante tres o cuatro días el empaquetar los regalos fue un placer.

Decidimos llevar un jamón deshuesado en distintos paquetes envasados al vacío, y quesos de nuestra tierra; pensamos que el dar a conocer a algunos familiares nuestros productos les haría ilusión.

Las horas en el avión no se me hicieron largas; las atenciones de las azafatas fueron envidiables, sin duda mejores que en otros vuelos.

Al fin aterrizamos en D. F. Fuimos a recoger las maletas, convencidos de que no nos tocaría «el semáforo rojo» (quiero decir, abrir maletas en control ); pues sí, ¡nos tocó!

Primero abrimos la maleta de los regalos; la empleada de seguridad, asombrada, exclamó:

– Pero, ¿Qué es lo que llevan?

Con bastantes nervios, que intenté no exteriorizar, le expliqué mi historia y terminé diciendo:

– Si quiere, puede abrirlos, pero mejor, como llevo de sobra, elija uno o dos como recuerdo de nuestro viaje.

Ella, echándose a reír, dijo:

– Puede cerrarlo.

Andrés ya tenía la maleta de la ropa en la mano (donde iba escondido jamón y queso).

La empleada repitió con voz clara:

– Puede cerrarla , ¡que tengan un viaje feliz! Conociendo sus raíces y a esta tierra, volverán.

En la zona por donde salen los viajeros, pronto vimos entre las personas que esperaban un cartel con mi nombre, dándonos la bienvenida, y al lado del que portaba el cartel, otro primo con un enorme ramo de flores introducidas en un jarrón.

Instalados ya en el hotel en la zona rosa, no dejamos de hablar, reír, preguntar…

Más tarde fuimos a visitar a la madre de mis primos, prima hermana de mi padre.

A pesar de ya contemplar México, pisar su suelo, la bandera que preside el Zócalo, inmensa, mi sensación era que mi sueño aún parecía ser sólo eso, un sueño.

Durante varios días disfruté de lugares bellísimos.

Xochimilco, con sus trajineras, sus vendedores en medio de la laguna, que cruzaban ofreciéndonos, toda clase de viandas, alfombras, joyería en plata…, y los mariachis que nos acompañaron dentro de la trainera hasta final de trayecto.

Tehotihuacan, con su serpiente emplumada, donde los días de solsticio al reflejar el sol sobre la serpiente, da la sensación de estar en movimiento; el museo del traje ¡maravilloso!; el teatro de bellas artes, donde fuimos invitados por el director del ballet de D. F. a presenciar la actuación. Allí, una, vez, sentados, una mano sobre mi hombro se posó:

– ¿Qué haces aquí, Lupita?

Yo, asombrada miré, ¿quién podría conocerme allí?

Pues si, ¡Luis!

– ¿Qué haces, aquí?

Desde niña, esta persona trabajó para mi padre en su empresa; su hija conoció a un joven del ballet mexicano en Burgos, se casaron y Luis y su mujer habían ido a pasar la Navidad allí. ¡Increíble, pero cierto!

Los peregrinos de todos los estados mexicanos iban llegando a la capital para cantar a su Virgen Guadalupana, en coche, a caballo, caminando portando la imagen rodeada de flores… Un espectáculo para recordar.

El día 12 es la fiesta nacional a la virgencita morena, 24 horas celebrando la eucaristía, devotos que cumplían sus promesas, recorriendo la plaza de rodillas entraban a la basílica.

Conocí a otras familias en la ciudad, que nos atendieron como si nos hubiésemos visto siempre; familias muy humildes, otras sin carencias, y otras con poder adquisitivo. Alquilamos una furgoneta para otras dos familias y la nuestra, y les llevamos a ver lugares que nunca pudieron visitar, comimos en un restaurante a la carta, y emocionados en el regreso, nos dimos abrazos que llevaré siempre a mi lado.

Viajando por la Huasteca veracruzana llegamos a Tantoyuca, origen de mis raíces; allí nació mi abuela, así como las generaciones anteriores, y mi padre. Hoy en día continúa alojada una familia en la casa de mis bisabuelos.

Tantoyuca, fundada por tribus toltecas, descendientes de 7 tribus nahualcas, en un principio sus habitantes la llamaron Metlaltepet, pero posteriormente las tribus huastecas que habitaban la región la llamaron Tantoyuca: derivada de Tan/lugar y Toyik/ lugar de la cera (hoy los indígenas continúan hablando en nahualt, y se les llama huastecos, que significa «Hombres de las llanuras bajas»).

A la llegada de los españoles los huastecos no contaban con ciudades grandes, sino poblados chiquitos separados, como: Chontla, Chopopo, Chiconame, Mecapalapa y Chicontepec, que comunican con Tantoyuca, la cual fue una de las últimas poblaciones conquistada por los españoles.

Después de subir una montaña alta, sin carretera, solo por un camino pedregoso que tenía un principio y un final, en línea recta; a un lado y al otro, viviendas chiquitas, corralitos y ranchitos muy humildes.

Deseaba comprar vestidos huastecos artesanales, pues allí la mujer se dedica a la artesanía dentro de sus hogares. Es un rincón cerca del cielo.

Otros pueblecitos, otras ciudades, de los cuales yo conocía de nombre desde niña:

El Tajín es una ciudad encantada en medio de la selva; hoy sus ruinas espectaculares atraen a los visitantes.

Los Voladores de Papantla me hicieron recordar sus bellas tradiciones.

Veracruz: sueño realizado, contándome anécdotas que no conocía hasta ver el museo ( un fuerte) donde se exhibe el oro triturado que los españoles quisieron traer a España y para que el volumen de las piezas no ocupara tanto espacio, lo aplastaron.

En Boca del Río pensé que era un escenario de un rodaje de película.

De regreso a Tantoyuca partimos hacia la zona norte de México, frontera con Estados Unidos, cerca de Texas.

Elegimos viajar en un autobús directo, sin paradas y con todas las comodidades, que nos inspiró confianza, ya que llegaríamos de madrugada a Ciudad Reynosa, donde dos hermanos de mi padre y sus descendientes vivían.

Es una zona petrolera; ellos fueron los que la telefonista consiguió la dirección.

El viaje fue bastante preocupante ya que al ser zona frontera con río Bravo la droga tiene que estar más controlada. Policías con metralletas vigilaban la carretera; el pánico nos llegó cuando dos de los policías hicieron que parase el conductor. Por suerte sólo fue un control.

A pocos km. el conductor paró sin más. Nos extrañó ya que allí no se veía control. Abriendo la puerta delantera, comenzaron a subir seis o siete indígenas, de aspecto muy sucio y con mochilas al hombro.

Nuestro sobresalto fue grande, nos quitamos los anillos de boda y todo; con los pies escondimos la cámara de vídeo y el bolso; ellos comenzaron a colocarse en el pasillo unos detrás de otros. Al poco tiempo (que se nos hizo eterno) fueron bajando y dando gracias al conductor, a quien preguntamos el por qué subieron, y nos dijo que eran trabajadores de caña de azúcar, que cuando pasa este conductor, les hace subir sin cobrar peso alguno.

¡Al fin acabamos el trayecto! Al llegar a la estación, mis tíos y alguna de mis primas nos recibieron; se acercaron unos periodistas y fotógrafos y asombrados preguntamos el por qué…

Licha contestó:

– Sois un acontecimiento, tu tía Lupita es persona con autoridad en la ciudad.

Al llegar a la casa nos esperaban otros primos con sus hijos, ¡mi corazón los recibía con un ritmo acelerado!

Abrazaba yo a unos y otros sin retener ningún nombre. Nos invitaron a sentarnos. Di un rodeo a la mesa y me senté en la silla más lejana; la hermana de mi padre, con lágrimas en los ojos, dijo a, su marido:

– Lorenzo, ¿te has dado cuenta donde se sentó Lupita?

– «Sí, mija».

Extrañada, pregunté qué pasaba, mientras me levantaba…

– No»mija», es que esa es la silla que ocupó tu papá cuando estuvo en el reencuentro con nuestra madre.

Yo, por lógica, me hubiese sentado en la más cercana, mas no se qué instinto me llevó justo a la de mi padre, que desde entonces nadie ocupó: la respetaron hasta que murió mi abuela.

Fue una Nochebuena inolvidable, los tíos y tres generaciones rodeamos la mesa del comedor, decorada con esmero.

Antes de la cena, nos agasajaron con «las posadas», típica tradición mexicana donde en los ranchos o chalets , un grupo queda fuera de la casa, otro grupo dentro; entonces los de fuera cantan pidiendo posada (representan a José y María), los de dentro de la vivienda cantan como si fuera el posadero, pero no les dan cobijo, así los cánticos se alargan hasta que el posadero se da cuenta quienes son.

Con júbilo entran, y entonces se canta y baila. Más tarde se golpea la piñata hasta que se rompe y la fiesta continuará toda la noche.

¡Fueron unos días inolvidables!

El 25 de diciembre se reúnen hermanos, hijos… Familias que no se ven desde el año anterior se van a un molino antiguo; cada familia lleva una cantidad de almendras, cacahuetes, etc. y allí en plena naturaleza muelen la caña de azúcar, y mientras se va elaborando al fuego, cada familia coloca en la mesa las sobras de la nochebuena. Fue increíble el ambiente familiar, las anécdotas que podría contar…

En la frontera de Estados Unidos y México, contemplé el río Bravo, que tantas veces pude ver antes en las películas.

Visitamos Texas, donde la primera parada fue Macalem, ciudad toda de ranchos y chalés adornados con luces de múltiples colores, tejados, fachadas, jardines, un sueño… Como dato curioso, en las parcelas cada propietario dispone de sus depósitos de gasolina.

Regresamos a Tantoyuca para visitar las ruinas del Tajín y a sus voladores de Papantla, una de las atracciones que más me impactaron de este viaje, como ya he dicho; pueblecitos no distantes en kilómetros, pero que precisan para llegar de varias horas de viaje, sin carreteras: llegamos a Chicontepec, donde la carretera comenzaba y terminaba en línea recta, principio y fin en la misma calle.

Los lugareños parecían felices en sus humildes casitas, donde las mujeres se dedican a confeccionar y bordar típicos vestidos de la Huasteca. Recuerdo esos rostros indígenas de felicidad y aún hoy guardo como un tesoro un huipil que mi familia encargó para mí.

Regresamos a ciudad México; conocí a otros familiares en Taxco (ciudad de la plata), Guanajuato, donde Felipe González no hacía mucho inauguró el museo del Quijote. Allí fue un honor que nos pusieran un guía solo para nosotros, y que nos permitieran grabar todas las salas. ¿Por qué? Porque mi marido y yo tuvimos de padrino de boda al «Rembrandt» castellano Román García, pintor burgalés que fue elegido entre todas las obras de arte dedicadas al Quijote (en las que Alonso Quijano realmente tenía que estar en lugar de honor), así como para el libro catálogo.

En cuanto nos identificamos y les dimos saludos de parte de Román, nos dijeron que la visita iba de su cuenta.

Los días fueron discurriendo hacia el final de la estancia, con nuestra emotiva despedida a mi querida virgen de Guadalupe. El viaje de regreso fue tranquilo; mis hijos y familiares con gran ilusión nos recibieron con ganas de conocer mis aventuras y nuevos conocimientos. Hoy, aquí, dejo reflejado parte de este maravilloso viaje.

Por tierras del cid

Escrito por Talika

En las tierras que abrazaron las gestas del Cid, me sumergí como una observadora curiosa, buscando entre los pliegues de la historia las voces olvidadas que resonaban en cada rincón de Castilla. Las colinas, más que testigos, parecían narradores que guardaban en su seno las tramas y los personajes de un tiempo antiguo.

Las murallas de piedra, con sus cicatrices de batallas pasadas, se alzaban como capítulos de un libro milenario. En cada calle empedrada, las piedras se convertían en palabras que contaban las andanzas del Cid.

Bajo la luz tenue del sol, los campos se desplegaban como páginas en blanco, esperando ser llenadas con la tinta de nuevas historias. Las sombras de las torres, como personajes secundarios en un relato épico, perfilaban la tierra con su presencia imponente, recordándome que cada rincón era un escenario donde la trama de la historia se desarrollaba con intensidad.

Me perdí en los callejones de pueblos de piedra, donde los bares eran escenarios de encuentros y desencuentros, como si cada conversación fuera un diálogo que añadía matices a la trama de la vida cotidiana. En cada rincón , la rutina se tejía con hilos de relatos familiares y secretos compartidos.

A la orilla de un río cuyas aguas fluían con calma , cerré los ojos y dejé que la brisa me contara cuentos de tiempos antiguos. En esa pausa, encontré la esencia de las tierras del Cid, un relato que trascendía las páginas de la historia y se convertía en una narrativa viva, latente en cada suspiro del viento.

Así, permanecí segundos, horas… perdida en mis cavilaciones. Al volver de mis ensoñaciones abrí los ojos, y me despedí de las tierras del Cid. Llevé conmigo las imágenes y las historias que mi mente impresionada ideó. Todos esos caballeros y damas. Castillos y colinas. Gentes. 

Todos guardados en mi memoria.



Esta es la segunda edición de nuestro concurso de relatos de viajes. Nos encantó el año pasado leeros y sentir vuestras impresiones y vivencias.

Como a nosotros, los viajes os aportan puntos de vista diferentes y experiencias enriquecedoras.

Los mejores relatos de vuestros viajes tendrán premio también este año: una camiseta técnica con el logotipo de nuestro blog, que podréis lucir en vuestros futuros viajes.

Bases del concurso

* Podéis participar enviándonos a nuestro correo electrónico ([email protected]) el relato de uno de vuestros viajes, describiendo por ejemplo los parajes más impactantes o especiales donde hayáis estado, o una anécdota divertida de vuestros viajes. Los relatos deben estar firmados con seudónimo o con vuestro nombre real.

* El plazo para enviarlos es desde el 15 de noviembre del 2023 hasta el 15 de enero de 2024.

Los relatos se irán publicando en nuestra web a medida que lleguen. Se les entregará una camiseta a los 10 mejores relatos, que vosotros mismos habréis votado, enviando vuestro voto a la sección contáctanos o al final de esta misma entrada (en «deja un comentario» de nuestra web)

Premios

Una camiseta como esta, y la publicación de vuestro relato de viajes en descubrirmundos.com (por favor, especificad si queréis que lo publiquemos con seudónimo o con vuestro nombre real, y la talla de camiseta que queréis).

¡Nuestros lectores y el equipo de descubrirmundos.com disfrutaremos de vuestros viajes tanto como vosotros!

TRAVEL WRITING CONTEST

This is the second edition of our travel writing contest. We loved reading your stories and feeling your impressions and experiences last year.

Tavel gives you different points of view and enriching experiences, like it does us.
The best stories from your trips will have a prize also this year: a technical t-shirt with the logo of our blog, which you could wear on your future trips.

Contest rules

* You may participate by sending us the story of one of your trips to our email ([email protected]), describing for example, the most impressive or special places where you have been to, or a funny anecdote from your trips. Your stories must be signed, with a pseudonym or with your real name.
* The deadline to send them is from November 15, 2023 to January 15, 2024.
The stories will be published on our website as they arrive. A t-shirt will be given to the 10 best stories, which you yourself have voted for, by sending your vote to the „contact us“ contáctanos section or at the end of this entry (in «leave a comment» on our website)

Prize

A t-shirt like this one, and the publication of your travel story on descubrirmundos.com (please, specify if you would like it to be published under a pseudonym or with your real name, and the size of the t-shirt).
The descubrirmundos.com team and our readers will enjoy your travel stories as much as you enjoyed traveling!