Al pie del monte, coronada por bellas y altas montañas (los Alpes italianos y mediterráneos), el Piamonte se abre al valle del río Po formando una cuenca natural que alberga a Turín, una de las principales perlas de Italia. Recorrer esta región es deleitarnos con una naturaleza única. Además, sus bellos castillos, sus palacios e iglesias nos sumergen en tiempos pasados cargados de historia.
Turín
Es una ciudad preciosa y tranquila, la primera capital del Reino de Italia en 1861, la Augusta Taurinorum en el Imperio Romano. Los ríos que la atraviesan, empezando por el caudaloso Po y sus afluentes importantes como el Dora Riparia al norte, o el Estura de Lanzo y el Sangone, los cuales embellecen el entorno con sus puentes, parques y arboledas, formando una ciudad apacible y verde.
Podemos apreciar su esplendor en la gran cantidad de construcciones que nos hablan de su suntuoso pasado, cuando el Ducado de Saboya por medio de Emanuele Filiberto, erigió aquí su capital.
En Turín tenemos una oferta cultural y lúdica muy amplia, como sus museos tan diversos como el Egipcio, el del Resorgimento, el del cine o el del automóvil, la Pinacoteca Agnelli…, o monumentos como el Palacio Madama con la famosa Capilla de la Sábana Santa, entre otros muchísimos. También es un placer pasear por sus plazas del Castello, San Pablo, la impresionante Vittorio-Véneto, etc., y sus innumerables templos y santuarios, además del Duomo: la Consolata, la Iglesia de la Gran Madre de Dios, San Domenico, etc. Esta es una ciudad que nos puede atrapar durante varios días, y nos deleitará con su buen vivir y su hospitalidad.
Además, en los alrededores hay decenas de palacios, algunos de ellos versallescos como el situado en Venaria Reale, palacio donde se muestra el poder y la superioridad sobre el resto de los ducados italianos, que ejerció allí la Casa de Saboya, que en los siglos XIX y el XX llegó a ostentar las coronas del Reino de Italia, e incluso la del Reino de España (1871-1873).
Naturaleza
Al norte del Piamonte nos encontramos con las grandes montañas de los Alpes, el Parque Nacional de Gran Paradiso, y la maravillosa región de Aosta.
Llegar al Gran Paradiso por cualquiera de sus dos accesos es relativamente sencillo; las carreteras, sinuosas, pero en buen estado, nos permiten llegar a Pont desde Aosta, y al Val de Vanseranche,
al refugio Savoia, para desde allí emprender cualquiera de sus innumerables rutas de senderismo de diversa dificultad y recorrido.
El Gran Paradiso es un espacio protegido que nació como reserva de caza para Víctor Manuel I de Saboya, que lo colmó de caminos hacia los prístinos lagos, las blancas montañas, y agrestes collados.
Hoy forman una impresionante red de senderos con multitud de refugios de montaña y otros alojamientos, que nos permiten, según nuestra forma física, hacer recorridos durante varios días. Incluso es posible subir a la cumbre del Gran Paradiso, de 4.061m., el monte que da nombre al Parque, aunque también podemos realizar otros recorridos más sencillos por sus valles, bosques y ríos.
Pero no sólo este fantástico parque embellece el Piamonte: al este nos aguardan otras bellezas paisajísticas como el monte Viso (3.841m.), que corona una impresionante cordillera que hace una frontera con Francia.
Aquí también la amplia red de senderos nos facilita apreciar la belleza inigualable de los picos y cortantes infinitas, además de la cuna del río Po, que surge de una oquedad rocosa por debajo de un hermoso lago, para llegar a convertirse en el mayor río de Italia, y uno de los más importantes de Europa.
Más al sur también podemos contemplar un rincón mágico, como de cuento; me refiero al Val de Maria,
de belleza serena, y cuya situación recóndita lo protege, pues permanece casi oculto envuelto en altas cumbres y resguardado tras una impresionante cuesta, deleite de los alpinistas, cuyo nombre es Rocca Provenzale.
Sin embargo, también el Val es fácilmente transitable por infinidad de senderos y pasos que lo recorren.
Si aún nos sobra algo de tiempo, el Piamonte nos ofrece cientos de castillos, fortalezas, grandes iglesias y monasterios, como la bellísima Sacra de Sant Michelle, y otros que harán de nuestro viaje una experiencia espléndida y adaptable a todas las edades, gustos y estaciones.
Todo esto acompañado de una oferta turística, culinaria y vinícola espectacular, donde se producen gran cantidad de frutas y hortalizas que nos ofrece el valle del Po.