¡Museos a tope!
-¿Esta torre existe en la realidad?
-Sí, así es. Es la torre del Palacio de Westminster, cuya campana del reloj llaman Big Ben. Está en Londres, la capital de Reino Unido.
Mi hijo acababa de hacer un puzzle 3D y con esta simple pregunta comenzó la idea de ir a Londres. Además fue un viaje para que un niño curioso conociera la lengua de Shakespeare.
A finales de junio nos fuimos cinco días, cuatro noches, a Gran Bretaña, con intención de visitar algunos de los muchos y muy buenos museos que hay en la capital británica, en especial algunos de los que interesaban al más joven del grupo. El único que se quedó en el tintero fue el de la ciencia, pues estaba cerrado cuando fuimos.
Ya os iremos ampliando información sobre cada museo más adelante.
Día 1.-
Salimos de Madrid hacia el aeropuerto de Gatwick, en el sur de Londres. Encontramos un aeropuerto atestado de gentes de todos los lados del planeta. Estábamos todavía con la pandemia coleando. Después de pasar mucho tiempo en una larguísima cola, conseguimos llegar hasta un policía del control de pasaportes. Hay que decir que fue bastante amable. En cuanto pudimos, compramos billetes en las máquinas expendedoras y salimos en tren, el Gatwick Express, hacia el centro de Londres. Nos sorprendimos al subir en él, pues nadie llevaba mascarillas excepto nosotros. Llegamos hasta la estación de Claphan Junction, y luego tomamos otro tren hacia la zona de Kew Gardens, para hacer un paseo por las orillas del río Támesis en esta zona boscosa, después de estar mucho rato sentados en el avión, y aprovechar lo soleada que era la tarde. Los Jardines de Kew no pudimos visitarlos porque faltaba poco para que cerraran, pero en su lugar vimos los restos del antiguo palacio de Richmond, donde aún se ve la Gate House o Casa de la Puerta.
También visitamos los puentes de Twickenham y el Richmond Lock and Footbridge (la esclusa más al sur del río Támesis, y el puente peatonal que la cruza). Descansamos un poco y cenamos por aquel barrio pintoresco en un pequeño restaurante italiano. Luego nos fuimos a dormir merecidamente a nuestro sencillo, pero bien situado y acogedor hotel.
Día 2.-
Al día siguiente nos levantamos bastante temprano. Desayunamos en una cafetería, con bollería y fruta fresca, en Leicester Square,y después nos dirigimos a la parada de metro más cercana para comprar la “One Day Travel Card”, que os recomendamos para viajar sin límites el centro durante un día, en metro, bus o tren ligero. El precio de un billete sencillo es elevado, así que compensa comprar esta tarjeta. Los niños hasta 12 años viajan gratis, no os olvidéis.
Era curioso ver que había banderitas británicas por doquier, e imágenes de la reina Isabel II, pues hacía pocos días que se habían celebrado los 70 años de su ascenso al trono británico, lo que se llama el Jubileo de Platino, y todavía quedaba mucha “decoración” por todo Londres.
Nos dirigimos en metro hasta el museo de la RAF (www.rafmuseum.org.uk; Grahame Park Way, metro Colindale). Este museo nos entusiasmó, especialmente a mi hijo. Hay aviones de todas las épocas, tecnología militar, y muchas cosas más. Allí pasamos casi todo el día, porque también hay restaurantes sencillos, hasta con menú, para poder comer o tomar algo.
Por la tarde cogimos un autobús de dos pisos, que nos encantan, y fuimos a Westminster Abbey y a ver el Big Ben, la campana que nos había atraído a esta gran ciudad, además del London Eye, etc.
Paseamos por las abarrotadas calles aledañas, llenas de gente de todas partes. La verdad es que Londres es como un aglomerado de nacionalidades: dependiendo del barrio en que estés, te parece estar paseando por una ciudad árabe, hindú, etc.
Cenamos en un restaurante chino cerca de Piccadilly Circus, con un ambiente festivo callejero muy estimulante. Regresamos al hotel otra vez muy cansados, pero con la idea de ver más y hacer más cosas al otro día.
Día 3.-
A la mañana siguiente repetimos madrugón, pues queríamos verlo todo. Enseguida nos plantamos a las puertas del Victoria and Albert Museum, donde visitamos unas salas renacentistas y del medievo, y hasta nos disfrazamos de plebeyos y caballeros medievales.
Luego fuimos al Museo de Historia Natural, que encantó al más pequeño del grupo. Sólo al entrar ya ves esa escalera mecánica que parece que te lleva hacia el interior de la tierra; hay animales de todos los tamaños y épocas en un edificio magnífico neorrománico del siglo XIX.
Hicimos una pausa para comer: esta vez probamos la comida tailandesa en un restaurante de comida rápida asiática muy cercano. Seguimos luego visitando otro rato el museo, pero más tarde decidimos ir a ver algo a petición del más joven del grupo: los concesionarios de Ferrari y de Lamborgini, que están en South Kensington, el mismo barrio de tantos museos, incluido el British Museum: el “municipio” londinense de Kensington and Chelsea. Aún nos quedaron ganas de curiosear por los famosos –y lujosos- almacenes Harrods (Brompton Road, www.harrods.com), y hasta llegamos a algunas calles del Soho y Covent Garden.
Cenamos en un bar típico inglés y probamos los famosos “fish and chips”. Paseamos un poco más después de cenar, aunque con el cansancio, en parte fue en otro autobús de dos plantas.
Día 4.-
Volvimos a madrugar un poco, y desayunamos rápidamente para irnos hacia el British Museum (hay que coger cita previa para entrar, al igual que en otros museos londinenses, aunque son en su mayoría gratuitos). El British Museum es un mundo lleno de mundos, y gracias a la época del año en la que fuimos, aún no estaba tan atestado de gente. Hay allí antigüedades y obras de arte de infinidad de lugares, desde el antiguo Egipto a Roma, Grecia… en un sinfín de salas, cada cual más increíble que la otra. Aunque la paciencia y la curiosidad del más pequeño se llegaron a saturar, incluso con todo lo que le maravilló ver las estatuas del Partenón. Así que salimos a comer a un restaurante turco de la región de Anatolia (www.tasrestaurants.co.uk, 22 Blomsbury Street), que está cerca del museo. Nos encantó la comida y la amabilidad de los camareros.
Tras un chaparrón, el día se quedó estupendo, por lo que nos dirigimos en bus hacia el fotogénico Puente de la Torre, la Torre de Londres y la Tate Modern, aprovechando la tarde soleada que teníamos.
Seguimos con un paseo por algunos otros puentes hacia la catedral de San Pablo, y luego en autobús hacia la estación de St. Pancras. Esta noche hicimos una concesión a la comida rápida internacional, tomando algo en un McDonald’s cerca de nuestro hotel, pues estábamos agotados.
Día 5.-
El quinto día también desayunamos rápido y enseguida nos fuimos paseando desde el hotel a ver el cambio de guardia de Buckingham Palace, que se hace a las 11:00 am.
Atravesamos los parques de Kensington Gardens y Hyde Park, lugares que son imprescindibles en una visita a Londres con niños.
Ya de camino nos encontramos con la Guardia Real Montada o Horse Guards, con sus impresionantes caballos.
El cambio de la Guardia Real es todo un espectáculo de música y uniformes, en especial los de casacas rojas, con sus altísimos sombreros de pelo negro, ¡algo chistosos también!
Por la tarde, después de comer sándwiches, cogimos el vuelo de regreso a Madrid, muy cansados, pero contentos.
Dónde dormir: Haven Hotel (3 estrellas)
6-8 Sussex Gardens, Londres W2 1UL; +44 20 7723 5481
Metro: Edgware Road
Dónde comer: www.tasrestaurants.co.uk, 22 Blomsbury Street
Qué completo y detallado. Muchas gracias.
Hola Rosa nos alegra que te haya gustado y te sirva para tus viajes.
Saludos descubrirmundos.com